El blog del Puto Parao

Cuarta entrega: Al alba, al alba

Comprensivo lector,

las calles pueden ser peligrosas por la noche. Las transitan las almas más perdidas, las que menos encajan, o los más libertinos, o los jóvenes borrachos, o la policía y demás delincuentes. En general, podría resumirse en la categoría “gentuza”. Necesariamente habrá que adscribir a esa categoría a los autónomos colaboradores y colaboradores asalariados de la empresa, según me parece recordar haberte indicado, a la que pertenecí durante más de ochocientos (800) años. Aunque sólo sea por coincidencia horaria.

La vida se ve diferente a esas horas. La luz artificial crea atmósferas irreales en las que la gente se mueve sin sombras. Muchos apenas han dormido, creyendo que tienen que mantener una apariencia de normalidad con aquellos con los que se relacionan fuera de este mundo. Otros tienen adicciones de las que los demás fingen no ser conscientes. Se respira cierta irritabilidad. Cierto aire de que la leña seca puede prender y el viento extender el fuego.

En las mesas donde los colaboradores de calle asocian el género con los destinos asignados, las conversaciones son casi previsibles:

- Joder, otra vez todo alsacianos. ¿Por qué nunca me tocan mierdas de caniche?

- Pero si esto son cagaditas de cabra. La empresa nos tendría que dar lupas y microscopios para manejar esta mierda.

- Cagon la puta. ¡Pero si son las mismas mierdas que repartí la semana pasada! Luego dirán que esta ruta no es productiva.

- Cómo se notan los pelotas del encargao. Mira ése: siempre pilla el género más fresco y las zonas más pobladas.

Hay pocas mujeres en este inframundo, pero las pocas que hay añaden ciertos tonos agudos a todas estas conversaciones aburridas, repetitivas, monótonas y estridentes a la vez.

- Pos vaya, a ver por qué siempre me toca ir a mí el día de mercaíllo. A ver cómo coloco las mierdas con tanto capullo madrugando. Hasta el moño me tenéis.

Desconocedor lector, a pesar de la aparente ausencia de entusiasmo, hay en todos estos trabajadores nocturnos cierto nervio, cierto resorte, que los impulsa a dar lo mejor de sí mismos a cambio de muy poco. Todos se afanan como autómatas por preparar el género en el menor tiempo posible y salir disparados en dirección a una noche de aceras desprovistas y urgencias ubicadoras.

La hora en que salen provoca vértigo. Las prisas por cargar los vehículos son hasta patéticas. Salen todos en estampida y en unos minutos la nave se queda en silencio, adormecida, burocrática. Es ahora el momento de los administrativos y del aburrido trabajo de almacén. Al rato, la luz del sol empieza a entrar por todos los resquicios y grietas de las paredes.

Incrédulo lector, mientras duermes con tu cuerpo cálidamente arropado, la noche no descansa, como si estuviera dirigida por tus sueños más estrafalarios.

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