El blog del Puto Parao

Undécima entrega: Héroes de la Unión Soviética

Aunque te parezca increíble, escéptico lector, no todo fueron buenos momentos en la empresa donde manipulé mierda (mayoritariamente) de perro durante ochocientos (800) años. Hasta ahora no había querido iluminar las zonas oscuras de mis recuerdos, pero va tocando, me parece.

Un aspecto nada desdeñable fue la integración (o no). A pesar de lo que me esforzaba, nunca encajé muy bien en el fascinante mundo de la redistribución de excrementos caninos. Soy de clase obrera, pero con ciertos estudios y tengo -espero- una conciencia de clase forjada no sólo en mi origen, sino también en lo poquito que he aprendido. A lo largo de los años, muchos de mis excompañeros, o lo que fueran, me han obsequiado con todas las frutas maduras de su intelecto: “nos van a comer los moros”, “eso es más difícil que [sic] un rojo se levante para escuchar el himno”, “esto es España y yo soy español”, “putos catalanes con su dialecto [sic]” y un largo etcétera de recipientes filosóficos repletos de contenido.

En los últimos poquitos años algunos de ellos, todos potentados de la tierra, todos herederos de grandes fortunas, todos vinculados al poder económico y a la gloria, han considerado práctico que sus intereses sean defendidos por un partido de individuos como ellos: seres ociosos que nunca han dao un palo al agua, al servicio del capital más impúdico. Y, no contentos con tamaña puñalada en su propia espalda, lejos de avergonzarse de su estupidez, lo dicen abiertamente y hacen campaña gratuita y entusiasta de los fascistas.

Una vez, cuando uno me dijo que iba a votar a Pux, yo le dije:

- Pero tío, ¿tú te has leído su programa económico?

- No, ni me importa. YO LE VOTO A QUIEN ME DA LA GANA.

Ante argumentos tan profundos e intrincados no me quedaba sino la ironía y el sarcasmo, y esto cuando no había algún jefe presente (momento en que a ellos más les gustaba sacar el tema, por alguna razón).

En fin. Ya te iré contando. Salir de una rutina de siglos (8) es como despertar de una letargia invernal, pero al revés: el oso desconcertado tarda meses en estar completamente activo (dicho sea de paso: ¿alguien ha pensado en la enorme cantidad de mierda que puede deponer un oso después de haber hibernado? Creo que ahí hay posibilidades), mientras que un puto parao (hablo de mí) tarda meses en aceptar que ya no hay río al que ir a por peces. Después de mucho tiempo, sueña que soñó que en el río había pirañas.

Despierto o aturdido lector, no sé quién fue el o los gilipollas que dijeron que había grandeza en la derrota.

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